Cuando llegué a la Plaza de España me recibieron el concejal de Fiestas y los Vicepresidentes de la Asociación de San Jorge y me acompañaron hasta el zaguan del Ayuntamiento. Ahí pude estar un momento solo que me permitió retomar el pulso. A continuación me llevaron ante la tribuna de autoridades donde recibi la batuta de manos del Sant Jordiet y este a su vez del ex alcalde de Madrid D. José María Alvarez del Manzano. Tras saludar fuí al podio, saludé a los músicos, al coro y a Alcoy y empecé a dirigir el Himno del Maestro Barrachina.
Hasta ese momento estaba tranquilo pero cuando empezó a sonar la música se me dispararon las pulsaciones y sentí una fuerza enorme, tan grande como tan solo había sentido otra vez en mi vida: cuando dirigí en Stuttgart el segundo movimiento del Requiem Alemán de Brahms.
He recibido muchas felicitaciones, incluso de gente que no conozco que me para por la calle y por muchos motivos: por la fuerza, por la emoción, por dirigir al coro y al público de la Plaza y de los balcones.
Tras el Himno recibí los saludos de amigos y despues fui con mi familia a la Filà Vascos a cenar la "olleta de music". Cinco vascos me escoltaron hasta la Filà donde fui recibido con todos los miembros en pie y con un emotivo aplauso. El Primer Tró, Mata, me hizo entrega de un cuadro con una batuta y el escudo de la Filà Vascos. Mi agradecimiento a mi Filà y a la Musica Vella por acogerme en un día tan importante.

Verdaderamente ha sido un privilegio si bien sigo pensando lo mismo que en un artículo, que está en este mismo blog y que publiqué hace ya dos años, respecto a la desconsideración de la música respecto a las otras artes.